En primer lugar, lo más probable es que la empresa española no conozca el nuevo mercado en el que pretenda entrar (esto vale tanto para comenzar en China o India como en un país más cercano como Noruega, por poner un ejemplo) y mucho menos sepa quiénes son sus potenciales clientes allí. Por ello es muy importante hacer una prospección inicial inteligente de ese nuevo mercado, analizar a quien vender y saber exactamente los riesgos a los que se enfrenta con cada uno de ellos. Después, en una segunda fase, una vez que están indentificadas la o las operaciones que llevaremos a cabo, es vital cubrirse de cualquier riesgo comercial con un segundo crédito. Posteriormente, un paso básico, es mantener un control estricto de la cartera de clientes, de forma que la compañía tenga siempre una visión pormenorizada de sus riesgos y pueda detectar anticipadamente cualquier potencial impago de sus operaciones comerciales.
En cuanto a la financiación, para mantener la solidez del balance hay que asegurarse que las operaciones cubiertas puedan ser descontadas en entidades financieras de una forma sencilla y rápida. De esta forma, no ahogará las arcas de la empresa ni pondrá en peligro su crecimiento, ya que podrá destinar ese capital a otras inversiones.
En definitiva, la internacionalización de las empresas de alimentación en Galicia es una clara apuesta de futuro para compensar la situación de la demanda nacional. Aunque a priori puedan pensar que contar con un socio que gestione sus riesgos comerciales es un gasto superfluo a la hora de abrir mercados, la contratación de servicios de apoyo comienza a ser una tendencia dominante en el sector para evitar riesgos. La supervivencia de estas empresas es una cuestión de vital importancia no solo para la propia industria alimentaria, sino para toda la economía gallega en general.